Dentro de ti
No sé cuándo llegaste o si siempre te tuve, lo que sé es que te siento más hoy porque me ardes.
No me mires a los ojos porque no te veo, no me hables porque hay mucho ruido aquí adentro, no te aflijas, no te espantes, que tú eres más grande.
Tengo limitadas horas para tolerarte y no sé cómo interactuar contigo, así, sin escucharte.
Si quieres saberlo, no me complace observarte hasta tarde, me cansas, me abates, pero me asusta dejar que me abraces con el cuerpo dormido, con el alma echada, sin sentidos.
Me enloquece acompañarte cuando eres tan tú, tan profundo, tan angustiante, pero no puedo abandonarte, me asustan tus gritos ahogados y a la vez serenos. Nunca vi tanta paciencia y calma para apagarse.
Perdón por las señales confusas, por las interrupciones y los silencios; nunca aprendí a tener enemigos y no sé cómo pelear contigo sin llevarme por delante. Porque estoy dentro, no sé si arriba o abajo, ya no me oriento, no me encuentro, pero sigo dentro porque no sé cómo dejarte.
Debo decir que también tú, entre todo, me confundes. No sé si me elevas o me hundes, pero el piso ya no se siente. Y aquí, semiconsciente, te dejo entrar porque no me atrevo a echarte, aunque no sepa si quieres quedarte o marcharte.
De todas maneras, me asusta más que quieras quedarte, que no tengas final ni escape; no se puede flotar eternamente sin marearse. Pero a ti te divierte jugar y enredarte, competir con mis temores y recuerdos más sangrantes, te gusta compararte. En el fondo sabes que ninguno puede opacarte, fueron nubes grises y tú eres el cielo de negro, cualquiera cree estar ciego con solo mirarte.
Insistes y te aferras sin temor a lastimarme. Llegas con la noche, no hay forma de evitarte; me resultas tan natural como asfixiante.
Dices que debería dejar de juzgarte porque tampoco elegiste quemarme, que me amas y solo intentas cuidarme. Que te disculpe si llegas tarde, si me abrazas tan fuerte y me rodeas y consumes y te callas, cobarde.
Que te acompañan tus heridas y otros personajes esperando para atacarme. Lo sientes, tú no los invitaste, pero te hicieron tanto daño antes que aprendiste también a dañarme.
Al final del día, siempre estarás ahí porque estás más allá de mi resistencia. Y yo siempre estaré ahí sin esperarte, pero sabiendo que vendrás, inevitable. Cuando eso ya no pase, no podré sentir tu ausencia porque si no estás tú no estará nadie, ni tus fantasmas, ni mis memorias, ni nuestras luchas interminables.
Y tal vez no hay escape y solo puedo conformarme con tomar aire cuando no te tengo. Tal vez más allá de todo te vuelva a encontrar para confirmarme que te merezco aunque no te quiero.